Algunas personas creemos fehacientemente en la veracidad de nuestros actos, cuyas consecuencias promueven desajustes en los estados emocionales de las personas cuando perciben códigos de conductas ajenas a lo que están acostumbradas a catalogar por “normales”, sin embargo las apreciaciones que se tienen al respecto dependen en algún modo a las costumbres de vida, rigiéndose absolutamente por parámetros establecidos e impuestos, encasillando de esta manera el raciocinio humano; pensando y actuando intrínsecamente conforme al modelo mental y estructurado, instaurado desde pequeños.
En Chile por ejemplo, es frecuente clasificar y señalar a las personas de acuerdo a caracteres y códigos para luego enmarcarlos al contexto correspondiente según los parámetros utilizados. De este modo, las personas agrupan y seleccionan a quienes cumplen con un modelo común entre sus pares, segregando de esta manera a lo que les resulta desconocido, como una medida Instintiva de protección y resguardo frente a lo que advierten como amenaza, demostrada mayoritariamente con un vulgar gesto de Indiferencia.